Victoria
de la justicia
Ruidos
atronadores resonaron en la región noroeste de la República Popular
Democrática de Corea. El lanzamiento experimental del cohete
balístico intercontinental “Hwasong-14” culminó con un éxito
rotundo. Esto es el triunfo de Corea, la gran victoria de la
justicia.
La
victoria y su trascendencia histórica
No
siempre triunfa la justicia. La historia ha sido testigo, con mayor
frecuencia, de victorias de la injusticia que de victorias de la
justicia. Una justicia que no se apoye en la fuerza no es más que
una consigna fútil. Su prueba elocuente es el mundo actual.
Tras
la Segunda Guerra Mundial, el mundo no le ha conferido a ningún país
poseedor de artefactos nucleares la facultad de amenazar con ellos a
ninguna otra nación que no los tiene. No obstante, Estados Unidos ha
chantajeado a Corea con los mismos por más de medio siglo. Y con
vistas a defender su derecho a la existencia y desarrollo, ese país
asiático se vio forzado a poseer armas nucleares. Norteamérica y
sus seguidores lo sometieron a toda una serie de sanciones y
presiones, calificando de “ilegítima” la opción escogida por él
mismo.
Un
silencio total, ni siquiera un reproche, por parte de la comunidad
internacional ante ese flagrante ejercicio de injusticia por EE.UU.,
la superpotencia nuclear. Más bien, algunas pontencias, pendientes
del capricho estadounidense, se sumaron a la sanción contra
Norcorea, en un intento de sacar de ello algún “provecho”.
Engreído, Washington introdujo en la Península Coreana numerosos
portaaviones, bombarderos estratégicos y submarinos nucleares, al
acecho de una oportunidad para propiciarle a Pyongyang la anticipada
nuclear.
Y
fue Norcorea la que dio término a tal despotismo. Puso el punto
final a una larga historia en que una injusticia monstruosa se
señoreaba del planeta con toda saña. Ha llegado a su fin la
trayectoria de un imperio soberbio que se creía capaz de todo en su
condición del líder mundial y que podía hacer todo lo que se le
antojara contra aquellos que no fueran de su agrado.
El
éxito de Corea es todo un acontecimiento trascendental que asegura
la paz en la Península Coreana, el noreste asiático y el mundo. Con
la posesión coreana del mencionado cohete, Estados Unidos ya no
abriga ni el remoto designio de desatar una nueva guerra contra
Norcorea y esta se ha convertido en el garante de la paz y
estabilidad en su región y el orbe.
La
inevitabilidad del triunfo
En
el año 1905 cuando el imperialismo japonés ocupó militarmente a
Corea, esta era incapaz de fabricar un solo rifle y contaba con una
potencia energética de apenas 227 caballos de vapor. Theodore
Roosevelt, quien fuera presidente norteamericano a inicios del siglo
pasado, describió a los coreanos como una nación incapaz de
levantar un dedo para su propia defensa. Fue esa endeblez la que los
obligó a ser esclavos coloniales bajo laocupación
militar nipona durante cuatro decenios.
Buen
conocedor de las lecciones de la historia, Kim Il Sung, fundador de
la Corea socialista, creó la idea Songun ya en los primeros tiempos
de su lucha revolucionaria y realizó ingentes esfuerzos en aras de
la defensa nacional. Por su parte, a finales de los años Kim Jong
Il, Presidente del Comité de Defensa Nacional, definió el Songun
como principal método de la política socialista, prestó atención
primordial al fortalecimiento de la capacidad de defensa nacional y
dotó al país de artefactos nucleares ante el creciente chantaje
nuclear norteamericano.
Fiel
continuador de la dirección del Songun de sus predecesores, el
Máximo Dirigente Kim Jong Un ha consolidado por todos los medios las
fuerzas nucleares del país al presentar la línea de desarrollo
palalelo de la economía y las fuerzas nucleares. Son resultados
lógicos de ello la adquisición por Norcorea de la tecnología de
lanzar proyectiles balísticos desde el submarino estratégico, la
posesión de cohetes balísticos de disímiles distancias y de la
bomba de hidrógeno, “artefacto absoluto del planeta”, así como
el éxito en el primer lanzamiento experimental del cohete balístico
intercontinental.
Eterno
triunfo de Corea
Ante
la noticia del exitoso lanzamiento del “Hwasong-14”, EE.UU. y
otros países que siguen a su política de hostilidad contra Norcorea
se convirtieron en ollas de grillos. Si bien la sometieron a la
“máxima presión”, tal como confesaron, no pudieron impedir su
avance hacia la perfección de las fuerzas nucleares a escala
nacional.
¿Qué
más puede hacer ahora Norteamérica?
Si
optara por la guerra, debería estar dispuesta a que su territorio se
reduzca en cenizas y retornara a la edad primitiva. Tampoco se le
permite contemplar por tiempo indefinido a Norcorea consolidar su
poderío nuclear. El exitoso lanzamiento del “Hwasong-14”, a
menos de dos meses de la igualmente exitosa proyección del
“Hwasong-12”, debe de haber impactado terriblemente a las fuerzas
hostiles acaudilladas por Norteamérica. Resulta imprevisible lo que
Pyongyang pueda mostrar al mundo en cualquier momento: ¿Un
“Hwasong-16” u otra mayor pesadilla?
Por
mucho que se esfuerce, a Washington no le queda más que reconocer la
posesión de armas nucleares por Norcorea y dialogar con ella. Con
ella no funcionan la sanción ni la presión. En un artículo
dedicado hace poco a Twitter, el presidente norteamericano Trump
reconoció el fracaso del plan norteamericano de detener el
desarrollo nuclear norcoreano con la movimización de China, en tanto
que el presidente del Comité de Consulta Diplomática de Estados
Unidos calificó la “desnuclearización de Norcorea” como un
objetivo irreal. Esas declaraciones fueron dadas antes del éxito del
“Hwasong-14”. Entonces no es difícil suponer lo que dirían
Trump y otras autoridades estadounidenses. Su derrota ya se ha
definido.
¿Qué
nos enseña el triunfo histórico de Corea?
La
eterna victoria del artefacto nuclear en una mano justiciera y la
inexorable derrota del que posee una mano injusta.
Tal
es la declaración histórica de la verdad y de la justicia.
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